lunes, 22 de febrero de 2010

La Mujer En El Man'yôshû

LA MUJER EN EL MAN’YÔSHÛ

La primera y máxima novela japonesa,”Historia de Genji”, fue escrita por una mujer, Murasaki, en 1008. El primero y máximo ensayo, “El libro de la almohada”, fue también escrito por una mujer, Sei Shônagón, el año 1000. El primero y máximo diario, “Diario de efímera”, fue escrito por una mujer, la madre de Michitsuna, el año 975. La iniciadora del género teatral de Kabuki fue Okuni, una mujer, algo después de 1600. Y en lírica, cuya primera antología es el Man’yôshû, publicado en 760, la mujer tuvo también una contribución trascendental, como veremos en este artículo.

El Man’yôshû fue publicado después de cien años de compilación e integración. Son 4.500 poemas, casi todos tanka o waka, coplas que podían cantarse y bailarse, de cinco versos de 5-7-5-7-7 sílabas respectivamente. El 70 % de las tankas del Man’yôshû son cantos de amor. De forma que la mujer es autora o receptora de casi todas las canciones de la antología. De los 631 poetas de nombre conocido, 70 son mujeres. Y entre los poemas anónimos, muchos son obra de mujeres, según se colige por el contenido de los mismos.

Los investigadores japoneses han dividido esta antología (que originalmente está compuesta por veinte libros) en cuatro épocas:

Primera, autores que escribieron entre 630 y 672, año en que muere el emperador Tenji.

Segunda, de 672 a 710, año en que muere el gran Hitomaro.

Tercera, de 710 a 733, año en que muere Ôkura.

Cuarta, de 733 a 760, año de publicación de la antología.

Del Man’yôshû sólo existe al presente una traducción al español, la realizada por mí y publicada por Hiperión en 1980. Como mi versión no le gusta a todos, en las citas que aparecen en este artículo pondré siempre una trascripción del texto original y el número del poema dentro de la antología.

Pues bien, en todas las épocas sobresalen magníficas poetisas. Lo más notable es que en la primera época, antes de que surgiera el patriarca Hitomaro, la máxima figura es la princesa Nubada, que de ese modo, y a pesar de lo exiguo de su producción conservada (una oda y ocho tankas), puede considerarse la matriarca de la lírica japonesa. Veremos tres poemas de esta mujer de vida fascinante, pues fue primero amante del príncipe Ôama, hermano menor del emperador Tenji; este monarca se enamoró de ella y la hizo consorte secundaria suya, aunque al parecer aún mantenía ella relaciones furtivas con Ôama, como puede verse en este poema, escrito para su amante secreto:

Akane sasu Cruzas lo acotado,

murasaki-no yuki cruzas rubios campos

shimeno yuki de eritrorrizas

nomori mizu ya y va a verte el guarda

kimi ga sode furu (20) ondearme el brazo.

Cuando murió Tenji en 673, Ôama ascendió al trono, llamándose Tenmu. Pero murió en 686; a uno de sus hijos, llamado Yuge, Nubada envió este poema en recuerdo de su antiguo amor:

Inishie ni Pájaro que añora

kouramu tori wa la edad que pasó

hototogisu es el cuclillo.

kedashi ya nakishi Estará llorando

aga kouru goto (112) lo que añoro yo.

Finalmente veamos este poema, que escribió esperando el retorno te Tenji de alguna ausencia:

Kimi matsu to Cuando te esperaba

aga koi oreba sufriendo de amor,

waga yado no en mi morada

sudare ugokashi movió las persianas

aki no kase fuku (488) el viento de otoño.

De la emperatriz Iwanohime, consorte del emperador Nintoku (siglo IV) se ha conservado este viejo poema:

Kima ga yuki ya van muchos días

ke nagaku narinu que dura tu ausencia.

yama tazune ¿Iré a los montes

mukae ka yukamu para recibirte?

machi ni ka matamu (85) ¿Seguiré en mi espera?

La emperatriz Yamato, consorte principal de Tenji, escribió:

Ama no hara Yo miré hacia arriba,

furisake mireba hacia el firmamento,

ôkimi no y vi la vida

mi-inochi wa nagaku de mi emperador,

ama tarashitari (147) que llenaba el cielo.


Durante el segundo periodo destacan ocho autoras, de las cuales citaremos poemas de tres.

La emperatriz Jitô (reinó 687-697) escribió este poema paisajístico:


Kitayama ni

tanabiku kumo no

aokumo no

hoshi hanareyuki

tsuki o hanarete (161)


Una nube azul,

nube que fluctúa

por Monte Kita,

cruza las estrellas

y cruza la luna.


Yosami, esposa del inmortal Hitomaro, escribió al despedir a su esposo, que salía de viaje:


Na omoi to

kimi wa iedomo

awamu toki

itsu to shirite ka

aga koizaramu (140)


Tú me repetías

“No me quieras tanto”.

Si yo supiera

cuándo vuelvo a verte

¿te quería tanto?


La señora Abe, esposa de Nakatomi no Azumato, escribió para él estos dos poemas:


Wagaseko wa

mono na omoi so

koto shi araba

hi ni mo mizu ni mo

waga nakenaku ni (506)

Wagaseko wa

keseru koromo no

harime ochizu

komorinike rashi

waga kokoro sae (514)


Hijo, no caviles

ni pases tormentos,

que si es preciso,

por tí pasaré

el agua y el fuego.

Hasta el corazón

tengo yo metido

en los pespuntes

que le di al kimono

que llevas vestido.


Del tercer período citaremos a la emperatriz Genshô (reinó 716-724), a la señora Sakanoe, hermana del gran poeta Tabito, la cual se casó tres veces, y a la señora Kasa, amante de Yakamochi, compilador principal de la antología.

Genshô escribió esta tanka al cuclillo:


Hototogisu

nao mo nakanamu

moto-tsu-hito

kaketsutsu moto na

a o neshi naku mo (4437)


Pájaro cuclillo,

cántame aún más

y llama tanto

a los que se fueron,

que me hagas llorar.


La señora Kasa envió a Yakamochi este cantar:


Ame-tsuchi no

kami no kotowari

naku wa koso

waga omou kimi ni

awazu shiniseme (605)


Para que yo muera

sin volver a verte,

era preciso

en cielos y tierra

que los dioses yerren.


Y de la señora Sakanoe recordaremos tres poemas dirigidos a Yakamochi:


Komu to iu mo

konu toki aru o

koji to iu o

komu to wa mataji

koji to iu mono o (527)

Are nomi so

kimi ni wa kouru

wagaseko ga

kou to iu koto wa

koto no nagusa so (656)

Itoma nami

kimasanu kimi ni

hototogisu

are kaku kou to

yukite tsuge koso (1498)


Cuando dices “Vengo”

a veces no vienes

y no prevengo

si dices “No vengo”

que vengas a verme.

Yo soy la que quiere,

solamente yo,

que tu me dices

que me estás queriendo

por consolación.

Al que nunca viene

por no tener tiempo,

pájaro cuco,

ve volando y dile

lo que estoy sufriendo.


En la cuarta época sobresalen dos poetisas ilustres: Chigami, vestal diaconisa en Ise, que se enredó en unos amores prohibidos con un samurai llamado Yakamori, al que envió 23 cantares; y la señora Ki, esposa del príncipe Aki, y tras la caída política de su esposo, amante de Yakamochi.

Veamos una tanka de Chigami:


Ame-tsuchi no

sokoi no ura ni

aga gotoku

kimi ni kouramu

hito wa sane araji (3750)


No hay en lo más hondo

de tierras y cielos

ni una persona

que quiera a su amante

como yo te quiero.


Y una de la señora Ki:


Tama no o o

awao ni yorite

musuberaba

arite ato ni mo

awazarame ya mo (763)


Si nos ensartamos

como en los collares

están las perlas,

¿podrá ser que luego

de mi te separes?


La mayor parte de los poemas del Man’yôshû son anónimos. Veamos cuatro escritos obviamente por mujeres:


Wagaseko o

ado ka mko iwamu

Musashi-no no

ukera-ga-hana no

toki naki mono o (3379)

Ine tsukeba

kakaru aga-te o

koyoi mo ka

tono no wakugo ga

torite nagekamu (3459)

Wagaseko ni

waga koi oreba

waga yado no

kusa sae omoi

uraburenikeri (2465)


¿Qué quieres, querido,

que te diga a ti?

Soy flor del cardo

de campo Musashi

y sé persistir.

Mi mano agrietada

de moler arroz

¿la cogerá

llorando esta noche

mi joven señor?

De lo que yo quiero

al amado mío

hasta las hierbas

que hay en mi jardín

han languidecido.

Tachibana no

moto ni waga tachi

shizue tori

naramu ya kimi to

toishi kora wa mo (2489)


Yo soy la que un día

al pie de un naranjo

cogió una rama

y te preguntó:

¿Da fruto tu árbol?


Desde nuestra atalaya histórica del siglo XXI la época del Man’yôshû, cuando se gestaba la nacionalidad japonesa, fue bastante moderna. En primer lugar, la diosa suprema era una mujer, la deidad solar Amaterasu (Celibrillante). De los quince monarcas que reinaron en aquella época (593-760), siete fueron mujeres: Kôgyoku (641-5) y la misma bajo el nombre de Saimei (655-64), Jitô (687-97), Genmyô (710-16), Genshô (716-24), Kôken (749-58), que volvió a reinar bajo el nombre de Shôtoku (765-70).

En las letras la contribución de la mujer no pudo ser más eminente. La posición social de la mujer variaba según se tratase de las zonas rurales y los estamentos populares, por una parte, y por otra la alta nobleza. El pueblo se regía por una monogamia estricta, aunque el marido podía divorciar a su esposa en siete supuestos: adulterio, celos desbocados, desobediencia, locuacidad, robo (se supone que sería lo que en el Japón moderno se conoce como “hesokuri”), esterilidad y enfermedad repugnante. Los monarcas y los nobles podían tener varias esposas, aunque los nobles debían mantenerlas en domicilios diferentes.

En el Man’yôshû se observa que la mujer podía hacer avances al varón y mostraba una actitud de igualdad en las relaciones y en los sentimientos amorosos.

El poeta Mushimaro presenta una breve oda a la orgía que se celebraba en el monte Tsukuba una vez al año:

En Monte Tsukuba,

donde el águila vive

y en monte Mohaki

al lado de la fuente

se dan la cita

los hombres y las hembras

y se reúnen

a cantar y bailar.

Me mezclaré

con esposas ajenas

y que otros hombres

cortejen a mi esposa.

Pues la deidad

que rige estas montañas

ya desde antiguo

no niega su licencia.

Tan solo hoy

“Tú, no me compadezcas”,

“Mujer, no me reproches” (1759).

Mushimaro también ha conservado cuatro baladas o romances famosos:

El romance de Unai (1809), la muchacha que se suicidó por no saber decidirse por ninguno de sus dos pretendientes.

El romance de Tamana (1738), la mujer fatal.

El romance de Tegona (1807), una belleza que murió ahogada en plena juventud.

Y el romance de la joven del puente (1742), una bella desconocida que cruza un puente.

No soy yo sino el inglés Arthur Waley, máximo orientalista de todos los tiempos, quien señaló en 1941 el parecido entre la lírica del Man’yôshû y la lírica popular andaluza. A los poemas amorosos del Man’yôshû Waley los llamaba “epigramas populares, que carecen totalmente de influencias cultas y literarias”. Y decía: “Si queremos hallara un paralelo dentro de la poesía europea será en las coplas del sur de España”.

No sólo se parecen en ser poemas cortos casi de idéntica longitud (31 sílabas de la tanka por 32 de cuarteta española o 29 de la seguiriya gitana”, en poderse cantar y bailar, en permitir ligeras irregularidades métricas (en japonés se llama ji-amari), en no condenar las refundiciones de viejos poemas para mejorarlos o enaltecerlos (como Picasso pintó su versión de “Las Meninas”), sino también, y sobre todo, en contener en mucha frecuencia los mismos sentimientos. Se parecen incluso en utilizar los mismos recursos estilísticos.


Cuando dices “Vengo”, Quiero decir y no digo

no vienes a veces. y estoy sin decir diciendo.

Y no prevengo, Quiero y no quiero querer

si dices “No vengo”, y estoy sin querer queriendo.

que vengas a verme (527).

No hay en lo más hondo Te quiero más que el vivir,

de tierras y cielos más que a la tierra y el cielo,

ni una persona más que a mi padre y mi madre

que quiera a su amante y más quererte no puedo.

como yo te quiero (3750).

Cómo padecía Estoy durmiendo y soñando

viéndote en mis sueños que estás a la vera mía.

y al despertar Despierto y me hallo sin tí.

hice por tocarte Vuelvo a la misma fatiga.

y no hallé tu cuerpo (741).

Sé que nuestro amor De noche no duermo

es un imposible de día tampoco.

y cuando quiero Sólo en pensar

contemplarte en sueños, en mi compañera

no puedo dormirme (2412). me vuelvo yo loco.

Hijo, no caviles Si el sol que sale te ofende,

ni pases tormentos, con el sol yo peleara,

que si es preciso aunque me cueste la muerte.

por ti pasaré

el agua y el fuego (506).

Llovizna en los campos En el campito llueve,

un atroz chubasco. mi amor se moja.

Del aguacero ¡Quién fuera chaparrito

ven a guarecerte lleno de hojas!

debajo de mi árbol (2457).

No hay tiempo ninguno Cuando viene el día,

que yo no te quiera, tengo algún consuelo,

pero a la tarde pero en llegando

siento que te quiero a la nochecita

con todas mis fuerzas (2373). ciego yo y no veo.

De lo que yo quiero Ayer tarde salí al campo

al amado mío a llorar por mi sentir

hasta las hierbas y a un árbol que me escuchaba

que hay en mi jardín se le secó la raíz.

han languidecido (2465).

Que aquellos que nazcan A mis enemigos

cuando muera yo no les mande Dios

jamás se metan, estas duquelas

como me he metido, negritas de muerte

en cosas de amor (2375). que a mí me mandó.

Qué pena de ver Cada vez que veo el sitio

la playa en que un día dónde te solía hablar

me paseaba comienza mi corazón

con la que voló gotas de sangre a llorar.

como hoja caída (1796).


Los ejemplos de similaridad podrían multiplicarse hasta llegar a muchos cientos. Las mujeres y hombres del Man’yôshû sentían el amor con el mismo apasionamiento característico de los españoles y otros muchos occidentales. Ahora bien, la semejanza va más allá, a las metáforas que emplean japoneses y españoles, que están tomadas de la naturaleza. En Japón es comparada a ciertas flores y plantas: sauce llorón, las ondeantes algas, la clavellina (en japonés, nadeshiko), el alberchiguero, la milecia florida, la rubia o eritrorriza, la glicina... También es comparada con la nieve, el agua que pasa, un monte con niebla, las perlas, la luna creciente...

Tanto en Japón como en España el amor va unido a la muerte y a la pena:


Si el amor me mata Por esto que a mí me pasa

culparán a un dios nadie me tenga dolor,

sin reparar que yo por mis propias manos

que la culpa ha sido me busqué mi perdición.

en mi corazón (3566).

He pensado en tí Ojitos de terciopelo,

todo un largo día labios de clavel morado,

de frío y niebla. no me des más que sentir,

Ya cerró la noche. que ya bastante me has dado.

¿No te bastaría? (1894).


Téngase presente que en 1185, al comenzar la época feudal, que duró hasta 1868, la posición de la mujer se deterioró bastante, celebrándose todos los matrimonios por convenio de los padres sin que la muchacha pudiera rechistar. Y bajo los Tokugawa en las mismas relaciones conyugales el amor quedó proscrito, al menos oficialmente, por ser raíz de celos y desavenencias. Esta situación no cambió substancialmente hasta después de la segunda guerra mundial.

Pero hay dos características del amor japonés que no han cambiado a través de la historia y que difieren de la mentalidad española. La primera es que para los japoneses el amor no pierde en intensidad y belleza porque no sea eterno, “hasta que la muerte os separe”. Por el contrario, en Japón encuentran más hermoso el amor por ser algo frágil, efímero y caedizo.

La segunda característica es que la atracción mutua que se siente en el amor era interpretada en Japón como consecuencia del sino (el karma) procedente de las vidas anteriores. Así se estuvo creyendo mientras el budismo fue la religión mayoritaria, pues al presente el japonés medio es agnóstico o materialista, sin creer en reencarnaciones ni entelequias místicas.

No podemos olvidarnos de algunos de los magníficos cantares dedicados a la mujer y escritos por los mejores poetas del Man’yôshû.

De Hitomaro (636-710), máximo poeta de la antología, y de toda la historia de Japón:


Inishie ni

arikemu hito mo

aga koto ka

imo ni koitsutsu

inekatezu kemu (497).

Ima nomi no

waza ni wa arazu

inishie no

hito so masarite

ne ni sae nakishi (498).

Kamo-yama no

iwane shimakeru

ware o ka mo

shirani to imo ga

machitsutsu aruramu (223).

Ame-tsuchi to

iu na no taete

araba koso

imagi to are to

au koto yamame (2419).

¿Pasarían noches

los hombres de antaño

sin dormir nada,

pensando en su amada,

como yo las paso?

No es de hoy el llorar

por amor perdido,

que los de antaño

qué no llorarían

que hasta daban gritos.

No sabrá mi esposa

cómo muero echado

en una roca

del monte de Kamo

y estará esperando.

Dejaré yo entonces

de estar a tu vera

cuando no quede

ni siquiera el nombre

de cielos y tierra.

Ariso koshi

hoka iku nami no

hoka-gokoro

are wa omowaji

koite shinu to mo (2434).

Ôtsuchi wa

toritsukusu to mo

yo no naka no

tsukushienu mono wa

koi ni shi arikeri (2442).

Tsurugitachi

moroha no toki ni

ashi fumite

shinaba shinamu yo

kimi ni yori te wa (2498).

Haruyama no

kiri ni matoeru

uguisu mo

are ni masarite

mono omowameyamo

(1892).

Koi suru ni

shisuru mono ni

aramaseba

a ga mi ni chitabi

shinikaeramashi (2390).


Mi amor no es la ola

que salta el rompiente

y retrocede.

De ti no me aparta

ni la misma muerte.

Puede que la tierra

cavando se acabe,

pero en el mundo

faltar el amor,

eso ya no cabe.

Hollaría el filo

de espadas y dagas;

y aunque muriera

moriría alegre

si me lo rogaras.

Ni el ruiseñor solo

perdido en la niebla

de primavera

llora por su hembra

como yo por ella.

Si fuera verdad

que el querer es siempre

como el morir,

yo me hubiera muerto

un millar de veces.


De Akahito (?-736), llamado divino igual que Hitomaro:



Suma no ama no

shioyaki kinu no

narenaba ka

hito hi mo kimi o

wasurete omowanu (947).

Como en playa Suma

se hace a su atavío

el salinero,

hecho a ti, no te echo

ni un día al olvido.

Misago iru

isomi ni ouru

na-nori sono

na wa norashte yo

oya wa shiru to mo (362).

Shio hinaba

tamamo karitsume

ie no imo ga

hamazuto kowaba

nani o shimesamu (360).


Dime si te llamas

Concha, cuál la concha

que está en la playa

de las atahormas,

aunque tu madre te oiga.

Baja la marea,

iré a coger algas,

que si mi esposa

pide un suvenir

¿qué le voy a dar?


De Yakamochi (718-785), principal compilador de la antología:


Kou to iu wa

e mo nazuketari

iu sube no

tazuki mo naki wa

aga minarikeri (4078).

Ima shihashi

na no oshikeku mo

ware wa nashi

imo ni yori te wa

shitabi tatsu to mo (732).

Yume no ai wa

kurushikarikeri

odorokite

kakisaguredomo

te ni mo fureneba (741).


El nombre de amor

está muy bien puesto.

Lo que no sé

qué nombre ponerle

es lo que yo siento.

A mi no me importa

mi reputación.

Si es por tu causa,

que caiga mil veces

sin apelación.

Cómo padecía

viéndote en mis sueños.

Y desperté,

hice por tocarte

y no hallé tu cuerpo.


Se me olvidaba decir que la mayoría de estos poemas no eran piezas literarias, sino mensajes amorosos que se enviaban los amantes entre sí, siendo publicados posteriormente como obras de arte. Primero saltaban a la vida, luego a las letras.

En el drama de Nô titulado “Takasago”, historia de un matrimonio anciano, él es el dios del templo de Suminoe y ella la diosa del templo de Takasago, simbolizando respectivamente el Man’yôshû varonil y el Kokinshû femenino. El Kokinshû es una antología de mil poemas, publicada el año 905, que algunos japonólogos occidentales han declarado el canon del clasicismo de la lírica japonesa. No se unen a esta canonización los críticos japoneses, que señalan unánimes al Man’yôshû como antología primordial y suprema. En el prólogo al Kokinshû Ki no Tsurayuki, compilador y editor, exalta a Hitomaro y Akahito como poetas divinos. Aunque en el drama de Nô “Takasago” el Man’yôshû aparece como obra de espíritu varonil, la feminidad está plenamente representada, así como en el Kokinshû aparecen poetas de una virilidad manifiesta, como Narihira, el héroe romántico del Ise-monogatari.

En los 150 años que van desde la publicación del Man’yôshû a la de Kokinshû, el mundo de la lírica japonesa está dominado por los rokkasen o “seis maestros”, siendo los dos principales Narihira y la bellísima y apasionada Komachi. El yin y el yang no están repartidos por obras líricas diferentes, sino que aparecen por igual en las dos grandes antologías fundacionales. Es cierto que Tsurayuki y sus colegas pretendieron reglamentar la lírica y hasta cierto punto lo consiguieron, por desgracia para el género, que se agotó encorsetado por reglas minuciosas y excesivas, pues tras la aparición del Shin-kokinshû en 1205 la tanka cede la hegemonía, primero a la renga y luego al haiku, no volviendo a levantar cabeza hasta su renovación y modernización a cargo de Yosano Akiko y Takuboku a comienzos del siglo XX.

Antonio Cabezas

3 comentarios:

  1. Hola, buenas noches:

    acabo de descubrir su blog y ha sido un gran hallazgo, pues estoy realizando un trabajo de investigación, de fin de máster, que versa sobre el haiku, y en el que menciono al Manyoushu. He intentando localizar su traducción pero no me aparece ni siquiera en la web de Hiperión, probablemente porque hace años de su publicación. ¿Podría usted ayudarme a conseguirla? (en word o pdf también me serviría, sin problemas). Muchas gracias de antemano por su respuesta, y también por su antología de haikus y su traducción de "Senda hacia tierras hondas", las cuales ya forman parte de mi biblioteca personal ;)
    Un saludo filológico.
    Ana ( ana_alas@live.com )

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  2. Hola. Al igual que el mensaje de Ana, también estoy realizando un TFM y pretendo continuar con un Doctorado en Filosofía oriental. ¿Dónde puedo conseguir su traducción?

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