LA MUJER EN EL MAN’YÔSHÛ
La primera y máxima novela japonesa,”Historia de Genji”, fue escrita por una mujer, Murasaki, en 1008. El primero y máximo ensayo, “El libro de la almohada”, fue también escrito por una mujer, Sei Shônagón, el año 1000. El primero y máximo diario, “Diario de efímera”, fue escrito por una mujer, la madre de Michitsuna, el año 975. La iniciadora del género teatral de Kabuki fue Okuni, una mujer, algo después de 1600. Y en lírica, cuya primera antología es el Man’yôshû, publicado en 760, la mujer tuvo también una contribución trascendental, como veremos en este artículo.
El Man’yôshû fue publicado después de cien años de compilación e integración. Son 4.500 poemas, casi todos tanka o waka, coplas que podían cantarse y bailarse, de cinco versos de 5-7-5-7-7 sílabas respectivamente. El 70 % de las tankas del Man’yôshû son cantos de amor. De forma que la mujer es autora o receptora de casi todas las canciones de la antología. De los 631 poetas de nombre conocido, 70 son mujeres. Y entre los poemas anónimos, muchos son obra de mujeres, según se colige por el contenido de los mismos.
Los investigadores japoneses han dividido esta antología (que originalmente está compuesta por veinte libros) en cuatro épocas:
Primera, autores que escribieron entre 630 y 672, año en que muere el emperador Tenji.
Segunda, de 672 a 710, año en que muere el gran Hitomaro.
Tercera, de 710 a 733, año en que muere Ôkura.
Cuarta, de 733 a 760, año de publicación de la antología.
Del Man’yôshû sólo existe al presente una traducción al español, la realizada por mí y publicada por Hiperión en 1980. Como mi versión no le gusta a todos, en las citas que aparecen en este artículo pondré siempre una trascripción del texto original y el número del poema dentro de la antología.
Pues bien, en todas las épocas sobresalen magníficas poetisas. Lo más notable es que en la primera época, antes de que surgiera el patriarca Hitomaro, la máxima figura es la princesa Nubada, que de ese modo, y a pesar de lo exiguo de su producción conservada (una oda y ocho tankas), puede considerarse la matriarca de la lírica japonesa. Veremos tres poemas de esta mujer de vida fascinante, pues fue primero amante del príncipe Ôama, hermano menor del emperador Tenji; este monarca se enamoró de ella y la hizo consorte secundaria suya, aunque al parecer aún mantenía ella relaciones furtivas con Ôama, como puede verse en este poema, escrito para su amante secreto:
Akane sasu Cruzas lo acotado,
murasaki-no yuki cruzas rubios campos
shimeno yuki de eritrorrizas
nomori mizu ya y va a verte el guarda
kimi ga sode furu (20) ondearme el brazo.
Cuando murió Tenji en 673, Ôama ascendió al trono, llamándose Tenmu. Pero murió en 686; a uno de sus hijos, llamado Yuge, Nubada envió este poema en recuerdo de su antiguo amor:
Inishie ni Pájaro que añora
kouramu tori wa la edad que pasó
hototogisu es el cuclillo.
kedashi ya nakishi Estará llorando
aga kouru goto (112) lo que añoro yo.
Finalmente veamos este poema, que escribió esperando el retorno te Tenji de alguna ausencia:
Kimi matsu to Cuando te esperaba
aga koi oreba sufriendo de amor,
waga yado no en mi morada
sudare ugokashi movió las persianas
aki no kase fuku (488) el viento de otoño.
De la emperatriz Iwanohime, consorte del emperador Nintoku (siglo IV) se ha conservado este viejo poema:
Kima ga yuki ya van muchos días
ke nagaku narinu que dura tu ausencia.
yama tazune ¿Iré a los montes
mukae ka yukamu para recibirte?
machi ni ka matamu (85) ¿Seguiré en mi espera?
La emperatriz Yamato, consorte principal de Tenji, escribió:
Ama no hara Yo miré hacia arriba,
furisake mireba hacia el firmamento,
ôkimi no y vi la vida
mi-inochi wa nagaku de mi emperador,
ama tarashitari (147) que llenaba el cielo.
Durante el segundo periodo destacan ocho autoras, de las cuales citaremos poemas de tres.
La emperatriz Jitô (reinó 687-697) escribió este poema paisajístico:
Kitayama ni
tanabiku kumo no
aokumo no
hoshi hanareyuki
tsuki o hanarete (161)
Una nube azul,
nube que fluctúa
por Monte Kita,
cruza las estrellas
y cruza la luna.
Yosami, esposa del inmortal Hitomaro, escribió al despedir a su esposo, que salía de viaje:
Na omoi to
kimi wa iedomo
awamu toki
itsu to shirite ka
aga koizaramu (140)
Tú me repetías
“No me quieras tanto”.
Si yo supiera
cuándo vuelvo a verte
¿te quería tanto?
La señora Abe, esposa de Nakatomi no Azumato, escribió para él estos dos poemas:
Wagaseko wa
mono na omoi so
koto shi araba
hi ni mo mizu ni mo
waga nakenaku ni (506)
Wagaseko wa
keseru koromo no
harime ochizu
komorinike rashi
waga kokoro sae (514)
Hijo, no caviles
ni pases tormentos,
que si es preciso,
por tí pasaré
el agua y el fuego.
Hasta el corazón
tengo yo metido
en los pespuntes
que le di al kimono
que llevas vestido.
Del tercer período citaremos a la emperatriz Genshô (reinó 716-724), a la señora Sakanoe, hermana del gran poeta Tabito, la cual se casó tres veces, y a la señora Kasa, amante de Yakamochi, compilador principal de la antología.
Genshô escribió esta tanka al cuclillo:
Hototogisu
nao mo nakanamu
moto-tsu-hito
kaketsutsu moto na
a o neshi naku mo (4437)
Pájaro cuclillo,
cántame aún más
y llama tanto
a los que se fueron,
que me hagas llorar.
La señora Kasa envió a Yakamochi este cantar:
Ame-tsuchi no
kami no kotowari
naku wa koso
waga omou kimi ni
awazu shiniseme (605)
Para que yo muera
sin volver a verte,
era preciso
en cielos y tierra
que los dioses yerren.
Y de la señora Sakanoe recordaremos tres poemas dirigidos a Yakamochi:
Komu to iu mo
konu toki aru o
koji to iu o
komu to wa mataji
koji to iu mono o (527)
Are nomi so
kimi ni wa kouru
wagaseko ga
kou to iu koto wa
koto no nagusa so (656)
Itoma nami
kimasanu kimi ni
hototogisu
are kaku kou to
yukite tsuge koso (1498)
Cuando dices “Vengo”
a veces no vienes
y no prevengo
si dices “No vengo”
que vengas a verme.
Yo soy la que quiere,
solamente yo,
que tu me dices
que me estás queriendo
por consolación.
Al que nunca viene
por no tener tiempo,
pájaro cuco,
ve volando y dile
lo que estoy sufriendo.
En la cuarta época sobresalen dos poetisas ilustres: Chigami, vestal diaconisa en Ise, que se enredó en unos amores prohibidos con un samurai llamado Yakamori, al que envió 23 cantares; y la señora Ki, esposa del príncipe Aki, y tras la caída política de su esposo, amante de Yakamochi.
Veamos una tanka de Chigami:
Ame-tsuchi no
sokoi no ura ni
aga gotoku
kimi ni kouramu
hito wa sane araji (3750)
No hay en lo más hondo
de tierras y cielos
ni una persona
que quiera a su amante
como yo te quiero.
Y una de la señora Ki:
Tama no o o
awao ni yorite
musuberaba
arite ato ni mo
awazarame ya mo (763)
Si nos ensartamos
como en los collares
están las perlas,
¿podrá ser que luego
de mi te separes?
La mayor parte de los poemas del Man’yôshû son anónimos. Veamos cuatro escritos obviamente por mujeres:
Wagaseko o
ado ka mko iwamu
Musashi-no no
ukera-ga-hana no
toki naki mono o (3379)
Ine tsukeba
kakaru aga-te o
koyoi mo ka
tono no wakugo ga
torite nagekamu (3459)
Wagaseko ni
waga koi oreba
waga yado no
kusa sae omoi
uraburenikeri (2465)
¿Qué quieres, querido,
que te diga a ti?
Soy flor del cardo
de campo Musashi
y sé persistir.
Mi mano agrietada
de moler arroz
¿la cogerá
llorando esta noche
mi joven señor?
De lo que yo quiero
al amado mío
hasta las hierbas
que hay en mi jardín
han languidecido.
Tachibana no
moto ni waga tachi
shizue tori
naramu ya kimi to
toishi kora wa mo (2489)
Yo soy la que un día
al pie de un naranjo
cogió una rama
y te preguntó:
¿Da fruto tu árbol?
Desde nuestra atalaya histórica del siglo XXI la época del Man’yôshû, cuando se gestaba la nacionalidad japonesa, fue bastante moderna. En primer lugar, la diosa suprema era una mujer, la deidad solar Amaterasu (Celibrillante). De los quince monarcas que reinaron en aquella época (593-760), siete fueron mujeres: Kôgyoku (641-5) y la misma bajo el nombre de Saimei (655-64), Jitô (687-97), Genmyô (710-16), Genshô (716-24), Kôken (749-58), que volvió a reinar bajo el nombre de Shôtoku (765-70).
En las letras la contribución de la mujer no pudo ser más eminente. La posición social de la mujer variaba según se tratase de las zonas rurales y los estamentos populares, por una parte, y por otra la alta nobleza. El pueblo se regía por una monogamia estricta, aunque el marido podía divorciar a su esposa en siete supuestos: adulterio, celos desbocados, desobediencia, locuacidad, robo (se supone que sería lo que en el Japón moderno se conoce como “hesokuri”), esterilidad y enfermedad repugnante. Los monarcas y los nobles podían tener varias esposas, aunque los nobles debían mantenerlas en domicilios diferentes.
En el Man’yôshû se observa que la mujer podía hacer avances al varón y mostraba una actitud de igualdad en las relaciones y en los sentimientos amorosos.
El poeta Mushimaro presenta una breve oda a la orgía que se celebraba en el monte Tsukuba una vez al año:
En Monte Tsukuba,
donde el águila vive
y en monte Mohaki
al lado de la fuente
se dan la cita
los hombres y las hembras
y se reúnen
a cantar y bailar.
Me mezclaré
con esposas ajenas
y que otros hombres
cortejen a mi esposa.
Pues la deidad
que rige estas montañas
ya desde antiguo
no niega su licencia.
Tan solo hoy
“Tú, no me compadezcas”,
“Mujer, no me reproches” (1759).
Mushimaro también ha conservado cuatro baladas o romances famosos:
El romance de Unai (1809), la muchacha que se suicidó por no saber decidirse por ninguno de sus dos pretendientes.
El romance de Tamana (1738), la mujer fatal.
El romance de Tegona (1807), una belleza que murió ahogada en plena juventud.
Y el romance de la joven del puente (1742), una bella desconocida que cruza un puente.
No soy yo sino el inglés Arthur Waley, máximo orientalista de todos los tiempos, quien señaló en 1941 el parecido entre la lírica del Man’yôshû y la lírica popular andaluza. A los poemas amorosos del Man’yôshû Waley los llamaba “epigramas populares, que carecen totalmente de influencias cultas y literarias”. Y decía: “Si queremos hallara un paralelo dentro de la poesía europea será en las coplas del sur de España”.
No sólo se parecen en ser poemas cortos casi de idéntica longitud (31 sílabas de la tanka por 32 de cuarteta española o 29 de la seguiriya gitana”, en poderse cantar y bailar, en permitir ligeras irregularidades métricas (en japonés se llama ji-amari), en no condenar las refundiciones de viejos poemas para mejorarlos o enaltecerlos (como Picasso pintó su versión de “Las Meninas”), sino también, y sobre todo, en contener en mucha frecuencia los mismos sentimientos. Se parecen incluso en utilizar los mismos recursos estilísticos.
Cuando dices “Vengo”, Quiero decir y no digo
no vienes a veces. y estoy sin decir diciendo.
Y no prevengo, Quiero y no quiero querer
si dices “No vengo”, y estoy sin querer queriendo.
que vengas a verme (527).
No hay en lo más hondo Te quiero más que el vivir,
de tierras y cielos más que a la tierra y el cielo,
ni una persona más que a mi padre y mi madre
que quiera a su amante y más quererte no puedo.
como yo te quiero (3750).
Cómo padecía Estoy durmiendo y soñando
viéndote en mis sueños que estás a la vera mía.
y al despertar Despierto y me hallo sin tí.
hice por tocarte Vuelvo a la misma fatiga.
y no hallé tu cuerpo (741).
Sé que nuestro amor De noche no duermo
es un imposible de día tampoco.
y cuando quiero Sólo en pensar
contemplarte en sueños, en mi compañera
no puedo dormirme (2412). me vuelvo yo loco.
Hijo, no caviles Si el sol que sale te ofende,
ni pases tormentos, con el sol yo peleara,
que si es preciso aunque me cueste la muerte.
por ti pasaré
el agua y el fuego (506).
Llovizna en los campos En el campito llueve,
un atroz chubasco. mi amor se moja.
Del aguacero ¡Quién fuera chaparrito
ven a guarecerte lleno de hojas!
debajo de mi árbol (2457).
No hay tiempo ninguno Cuando viene el día,
que yo no te quiera, tengo algún consuelo,
pero a la tarde pero en llegando
siento que te quiero a la nochecita
con todas mis fuerzas (2373). ciego yo y no veo.
De lo que yo quiero Ayer tarde salí al campo
al amado mío a llorar por mi sentir
hasta las hierbas y a un árbol que me escuchaba
que hay en mi jardín se le secó la raíz.
han languidecido (2465).
Que aquellos que nazcan A mis enemigos
cuando muera yo no les mande Dios
jamás se metan, estas duquelas
como me he metido, negritas de muerte
en cosas de amor (2375). que a mí me mandó.
Qué pena de ver Cada vez que veo el sitio
la playa en que un día dónde te solía hablar
me paseaba comienza mi corazón
con la que voló gotas de sangre a llorar.
como hoja caída (1796).
Los ejemplos de similaridad podrían multiplicarse hasta llegar a muchos cientos. Las mujeres y hombres del Man’yôshû sentían el amor con el mismo apasionamiento característico de los españoles y otros muchos occidentales. Ahora bien, la semejanza va más allá, a las metáforas que emplean japoneses y españoles, que están tomadas de la naturaleza. En Japón es comparada a ciertas flores y plantas: sauce llorón, las ondeantes algas, la clavellina (en japonés, nadeshiko), el alberchiguero, la milecia florida, la rubia o eritrorriza, la glicina... También es comparada con la nieve, el agua que pasa, un monte con niebla, las perlas, la luna creciente...
Tanto en Japón como en España el amor va unido a la muerte y a la pena:
Si el amor me mata Por esto que a mí me pasa
culparán a un dios nadie me tenga dolor,
sin reparar que yo por mis propias manos
que la culpa ha sido me busqué mi perdición.
en mi corazón (3566).
He pensado en tí Ojitos de terciopelo,
todo un largo día labios de clavel morado,
de frío y niebla. no me des más que sentir,
Ya cerró la noche. que ya bastante me has dado.
¿No te bastaría? (1894).
Téngase presente que en 1185, al comenzar la época feudal, que duró hasta 1868, la posición de la mujer se deterioró bastante, celebrándose todos los matrimonios por convenio de los padres sin que la muchacha pudiera rechistar. Y bajo los Tokugawa en las mismas relaciones conyugales el amor quedó proscrito, al menos oficialmente, por ser raíz de celos y desavenencias. Esta situación no cambió substancialmente hasta después de la segunda guerra mundial.
Pero hay dos características del amor japonés que no han cambiado a través de la historia y que difieren de la mentalidad española. La primera es que para los japoneses el amor no pierde en intensidad y belleza porque no sea eterno, “hasta que la muerte os separe”. Por el contrario, en Japón encuentran más hermoso el amor por ser algo frágil, efímero y caedizo.
La segunda característica es que la atracción mutua que se siente en el amor era interpretada en Japón como consecuencia del sino (el karma) procedente de las vidas anteriores. Así se estuvo creyendo mientras el budismo fue la religión mayoritaria, pues al presente el japonés medio es agnóstico o materialista, sin creer en reencarnaciones ni entelequias místicas.
No podemos olvidarnos de algunos de los magníficos cantares dedicados a la mujer y escritos por los mejores poetas del Man’yôshû.
De Hitomaro (636-710), máximo poeta de la antología, y de toda la historia de Japón:
Inishie ni
arikemu hito mo
aga koto ka
imo ni koitsutsu
inekatezu kemu (497).
Ima nomi no
waza ni wa arazu
inishie no
hito so masarite
ne ni sae nakishi (498).
Kamo-yama no
iwane shimakeru
ware o ka mo
shirani to imo ga
machitsutsu aruramu (223).
Ame-tsuchi to
iu na no taete
araba koso
imagi to are to
au koto yamame (2419).
¿Pasarían noches
los hombres de antaño
sin dormir nada,
pensando en su amada,
como yo las paso?
No es de hoy el llorar
por amor perdido,
que los de antaño
qué no llorarían
que hasta daban gritos.
No sabrá mi esposa
cómo muero echado
en una roca
del monte de Kamo
y estará esperando.
Dejaré yo entonces
de estar a tu vera
cuando no quede
ni siquiera el nombre
de cielos y tierra.
Ariso koshi
hoka iku nami no
hoka-gokoro
are wa omowaji
koite shinu to mo (2434).
Ôtsuchi wa
toritsukusu to mo
yo no naka no
tsukushienu mono wa
koi ni shi arikeri (2442).
Tsurugitachi
moroha no toki ni
ashi fumite
shinaba shinamu yo
kimi ni yori te wa (2498).
Haruyama no
kiri ni matoeru
uguisu mo
are ni masarite
mono omowameyamo
(1892).
Koi suru ni
shisuru mono ni
aramaseba
a ga mi ni chitabi
shinikaeramashi (2390).
Mi amor no es la ola
que salta el rompiente
y retrocede.
De ti no me aparta
ni la misma muerte.
Puede que la tierra
cavando se acabe,
pero en el mundo
faltar el amor,
eso ya no cabe.
Hollaría el filo
de espadas y dagas;
y aunque muriera
moriría alegre
si me lo rogaras.
Ni el ruiseñor solo
perdido en la niebla
de primavera
llora por su hembra
como yo por ella.
Si fuera verdad
que el querer es siempre
como el morir,
yo me hubiera muerto
un millar de veces.
De Akahito (?-736), llamado divino igual que Hitomaro:
Suma no ama no
shioyaki kinu no
narenaba ka
hito hi mo kimi o
wasurete omowanu (947).
Como en playa Suma
se hace a su atavío
el salinero,
hecho a ti, no te echo
ni un día al olvido.
Misago iru
isomi ni ouru
na-nori sono
na wa norashte yo
oya wa shiru to mo (362).
Shio hinaba
tamamo karitsume
ie no imo ga
hamazuto kowaba
nani o shimesamu (360).
Dime si te llamas
Concha, cuál la concha
que está en la playa
de las atahormas,
aunque tu madre te oiga.
Baja la marea,
iré a coger algas,
que si mi esposa
pide un suvenir
¿qué le voy a dar?
De Yakamochi (718-785), principal compilador de la antología:
Kou to iu wa
e mo nazuketari
iu sube no
tazuki mo naki wa
aga minarikeri (4078).
Ima shihashi
na no oshikeku mo
ware wa nashi
imo ni yori te wa
shitabi tatsu to mo (732).
Yume no ai wa
kurushikarikeri
odorokite
kakisaguredomo
te ni mo fureneba (741).
El nombre de amor
está muy bien puesto.
Lo que no sé
qué nombre ponerle
es lo que yo siento.
A mi no me importa
mi reputación.
Si es por tu causa,
que caiga mil veces
sin apelación.
Cómo padecía
viéndote en mis sueños.
Y desperté,
hice por tocarte
y no hallé tu cuerpo.
Se me olvidaba decir que la mayoría de estos poemas no eran piezas literarias, sino mensajes amorosos que se enviaban los amantes entre sí, siendo publicados posteriormente como obras de arte. Primero saltaban a la vida, luego a las letras.
En el drama de Nô titulado “Takasago”, historia de un matrimonio anciano, él es el dios del templo de Suminoe y ella la diosa del templo de Takasago, simbolizando respectivamente el Man’yôshû varonil y el Kokinshû femenino. El Kokinshû es una antología de mil poemas, publicada el año 905, que algunos japonólogos occidentales han declarado el canon del clasicismo de la lírica japonesa. No se unen a esta canonización los críticos japoneses, que señalan unánimes al Man’yôshû como antología primordial y suprema. En el prólogo al Kokinshû Ki no Tsurayuki, compilador y editor, exalta a Hitomaro y Akahito como poetas divinos. Aunque en el drama de Nô “Takasago” el Man’yôshû aparece como obra de espíritu varonil, la feminidad está plenamente representada, así como en el Kokinshû aparecen poetas de una virilidad manifiesta, como Narihira, el héroe romántico del Ise-monogatari.
En los 150 años que van desde la publicación del Man’yôshû a la de Kokinshû, el mundo de la lírica japonesa está dominado por los rokkasen o “seis maestros”, siendo los dos principales Narihira y la bellísima y apasionada Komachi. El yin y el yang no están repartidos por obras líricas diferentes, sino que aparecen por igual en las dos grandes antologías fundacionales. Es cierto que Tsurayuki y sus colegas pretendieron reglamentar la lírica y hasta cierto punto lo consiguieron, por desgracia para el género, que se agotó encorsetado por reglas minuciosas y excesivas, pues tras la aparición del Shin-kokinshû en 1205 la tanka cede la hegemonía, primero a la renga y luego al haiku, no volviendo a levantar cabeza hasta su renovación y modernización a cargo de Yosano Akiko y Takuboku a comienzos del siglo XX.
Antonio Cabezas
Hola, buenas noches:
ResponderEliminaracabo de descubrir su blog y ha sido un gran hallazgo, pues estoy realizando un trabajo de investigación, de fin de máster, que versa sobre el haiku, y en el que menciono al Manyoushu. He intentando localizar su traducción pero no me aparece ni siquiera en la web de Hiperión, probablemente porque hace años de su publicación. ¿Podría usted ayudarme a conseguirla? (en word o pdf también me serviría, sin problemas). Muchas gracias de antemano por su respuesta, y también por su antología de haikus y su traducción de "Senda hacia tierras hondas", las cuales ya forman parte de mi biblioteca personal ;)
Un saludo filológico.
Ana ( ana_alas@live.com )
Hola. Al igual que el mensaje de Ana, también estoy realizando un TFM y pretendo continuar con un Doctorado en Filosofía oriental. ¿Dónde puedo conseguir su traducción?
ResponderEliminarMuchas gracias de antemano.
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